Picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) ¿El final de nuestras palmeras?
El picudo rojo: Una nueva plaga pone en peligro a nuestras palmeras.
Un escarabajo originario del Asia tropical, el picudo rojo o Rhynchophorus ferrugineus (Olivier, 1790) -asiatic palm weevil y red palm weevil para los anglosajones-, que se ha extendido a numerosos países ajenos a su área de distribución natural debido al transporte antrópico, es la enésima muestra de los graves peligros que aúnan el descontrol comercial que existe entre los distintos países, las grandes compañías y las multinacionales, con las modernas posibilidades del transporte de mercancías en cuanto a volumen y rapidez de trasiego se refiere.
La nueva plaga está causando graves problemas fitosanitarios en todas las partes en donde se ha introducido. En nuestro país ha disparado ya todas las alarmas de los organismos encargados de la vigilancia de fronteras y la protección agronómica, tanto a nivel estatal como autonómico. Aparece reiteradamente en prensa y está empezando a crear alarma social entre los cultivadores de Canarias, Comunidad Valenciana y Murcia. Por una falta de previsión, han fallado las medidas preventivas y parece haberse aclimatado en el sureste de la Península y en las islas Canarias y ahora va a ser muy difícil erradicarla. Como suele suceder en estos casos, la nueva especie se ve beneficiada porque carece en las regiones mediterránea y macaronésica de enemigos naturales que limiten su propagación.
El insecto pertenece al orden de los coleópteros (escarabajos) y a la familia de los curculiónidos (gorgojos). Su gran tamaño, entre dos y cinco centímetros, y color rojizo ferruginoso lo hacen inconfundible. La larva perfora galerías de más de un metro de longitud en los troncos. Sus plantas hospedantes son el cocotero (Cocos nucifera) y otras palmeras, en especial las del género Phoenix y la palmera de Guinea (Elaeis guineensis). Cuando se ven afectadas por la plaga, sufren amarilleamiento y marchitamiento, pudiendo llegar a producirse la muerte del pie afectado. El control de esta plaga es complicado y por el momento, a falta de método seguro, acaba con la eliminación de los pies afectados y los que se sospecha pudieran estarlo.
La plaga ha llegado por el trasiego de palmeras de jardinería
La invasión de la Península
La plaga apareció por vez primera en España en 1994, en el litoral granadino, en Almuñécar. Tanto aquella vez como las posteriores introducciones en diversos puntos de Andalucía oriental, Murcia y Levante, ha llegado a través de palmeras infectadas procedentes de Egipto u otros países del norte de África.
A principios de 2004 saltaron las alarmas en la Comunidad Valenciana al detectarse los primeros daños serios producidos por el picudo rojo. La Generalitat publicó inmediatamente una orden de declaración oficial de la plaga, y la Consellería de Agricultura, Pesca y Alimentación tomó medidas inmediatas. Se trató de controlar y erradicar la plaga, se ordenaron inspecciones y cuarentenas, se destruyeron palmeras afectadas y se impusieron restricciones al comercio de plantas, intentando impedir la entrada de todo ejemplar de palmera que no hubiese sido inspeccionado. En el levante español ataca tanto a las palmeras datileras (Phoenix dactylifera) como a las ornamentales.
Los palmerales de Elche, Orihuela y Alicante, cuyos efectivos tienen un alto valor histórico, económico, social y cultural, tienen una zona de protección establecida por la Consellería de Agricultura en el Decreto de 11 de julio de 2003, que aprobó un plan de protección integral fitosanitaria. En Elche, municipio donde se está llevando a cabo una intensa lucha contra esta plaga, ya se han perdido un millar de palmeras por su causa (bien por afección directa o por la destrucción preventiva de los pies infectados).
El palmeral de Elche, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, constituido por un conjunto de huertas de palmeras datileras distribuidas por el casco histórico de la ciudad, que suma un total de cuatro millones de metros cuadrados de superficie y cuenta con casi medio millón de unidades, es el más afectado por el picudo rojo. Los expertos están comprobando, a medida que avanzan las investigaciones sobre el particular, que la plaga está mucho más extendida y es mucho más grave de lo que se creía.
Como ejemplo reciente hay que decir que, tras localizarse un primer foco en la pedanía de Valverde, se sumó otro a diez kilómetros, en la partida de Daimés, en la finca de un productor local de palmeras. Se comprobó que había muchos ejemplares afectados y se van a tener que destruir alrededor de unas 3.500 palmeras. La inmovilización de los ejemplares de los viveros se extiende a casi todos los del término municipal de Elche, unos 150 en total, por lo que se calcula que se inmoviliza medio millón de palmeras (que no pueden salir de los viveros en un periodo de tiempo largo, hasta que se complete la inspección y la cuarentena). Además, en los últimos meses se han localizado focos nuevos en otras partes de Alicante, Valencia y Castellón.
El palmeral murciano también está alerta. El insecto fue detectado por primera vez en 1995 y desde entonces van apareciendo regularmente en la prensa local noticias sobre sus daños. Andalucía es otra comunidad autónoma donde se combate desde hace varios años la plaga y existe infección en palmeras de Granada y Almería.
Entrada en Canarias
Tampoco las islas afortunadas se han librado de tan desagradable huésped, que para colmo aquí afecta a la palmera canaria (Phoenix canariensis), una joya del archipiélago que podría verse en peligro si la plaga sigue avanzando. Se desconoce cuándo se introdujo por vez primera, pero ya se ha instalado en las islas de Fuerteventura y Gran Canaria. Si llegase a introducirse en La Gomera podría causar un verdadero desastre debido a la gran cantidad de palmeras que existen en esta isla.
Los agricultores canarios están muy preocupados con esta cuestión. Ayuntamientos como Santa Lucía de Tirajana, la localidad gran canaria con más ejemplares de palmeras, están verdaderamente alarmados por la previsible debacle que se avecina y han emitido quejas contra el Cabildo y el Ejecutivo regional. El Ayuntamiento de Telde, municipio con unos diez mil ejemplares de palmera, exigió que el Gobierno central cumpla la legislación vigente de forma estricta para evitar que se propaguen este tipo de plagas. La Asociación de Agricultores y Ganaderos de la provincia tinerfeña (ASAGA) ha denunciado la entrada en Tenerife de palmeras procedentes de la Península que podrían ser portadoras de la plaga al sospechar de la orden dictada en el pasado mes de enero, elaborada rápidamente por el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, para la prohibición de la entrada de palmeras en las islas.
Ese mismo mes se rechazaron dos contenedores de palmeras procedentes de África; los compradores originales no quisieron arriesgarse con el envío, que constaba de unos cuarenta y cinco ejemplares. Lo curioso del caso, según denunciaron la Asociación para la protección de la palmera canaria Tajalagüe y Ben Magec-Ecologistas en Acción, de Fuerteventura, es que los vendedores pretendían introducirlos en Fuerteventura, trasladados desde el Puerto de la Luz, aprovechando las lagunas de la legislación. La mentada asociación majorera recordó que ya hay ciento cincuenta pies afectados en la isla.
Avisos ignorados
Lo peor de todo es que, como viene siendo habitual en este tipo de hechos, existieron avisos previos que fueron ignorados por los responsables de la administración. En 1993, el diario Las Provincias publicó un artículo -divulgado asimismo por la Universidad de Alicante- en el cual el ingeniero agrónomo de la Universidad de Valencia Michel Ferry alertaba sobre la posibilidad de la introducción desde Asia en el área mediterránea de la plaga a causa de la importación masiva de palmeras sin controles fitosanitarios. Ferry escribió textualmente: “las autoridades deben saber que juegan con fuego, que no existen técnicas para eliminarlos y que es imposible detectarlos a tiempo, siendo lo mejor parar la importación en su momento, pero hay intereses comerciales...”.
El Colectivo Ecologista Turcón-Ecologistas en Acción, de Gran Canaria, publicó en 1998 en su página web un artículo que llamaba la atención al Gobierno canario de la entrada de esta plaga en las islas Canarias debido a la importación de palmáceas desde Elche y Valencia, donde tenían certeza de que la plaga existía y estaba asentada.
Como viene siendo habitual, se hicieron oídos sordos a todas esas advertencias. Tras los hechos expuestos, es lícito preguntarse: ¿Cuál es la situación real de esta plaga en España? ¿Cómo y porqué se ha llegado a esta situación? ¿Ante este tipo de problemas se toman las medidas adecuadas? ¿Qué pasará ahora?: de momento miles y miles de palmeras que han desaparecido.
Un escarabajo originario del Asia tropical, el picudo rojo o Rhynchophorus ferrugineus (Olivier, 1790) -asiatic palm weevil y red palm weevil para los anglosajones-, que se ha extendido a numerosos países ajenos a su área de distribución natural debido al transporte antrópico, es la enésima muestra de los graves peligros que aúnan el descontrol comercial que existe entre los distintos países, las grandes compañías y las multinacionales, con las modernas posibilidades del transporte de mercancías en cuanto a volumen y rapidez de trasiego se refiere.
La nueva plaga está causando graves problemas fitosanitarios en todas las partes en donde se ha introducido. En nuestro país ha disparado ya todas las alarmas de los organismos encargados de la vigilancia de fronteras y la protección agronómica, tanto a nivel estatal como autonómico. Aparece reiteradamente en prensa y está empezando a crear alarma social entre los cultivadores de Canarias, Comunidad Valenciana y Murcia. Por una falta de previsión, han fallado las medidas preventivas y parece haberse aclimatado en el sureste de la Península y en las islas Canarias y ahora va a ser muy difícil erradicarla. Como suele suceder en estos casos, la nueva especie se ve beneficiada porque carece en las regiones mediterránea y macaronésica de enemigos naturales que limiten su propagación.
El insecto pertenece al orden de los coleópteros (escarabajos) y a la familia de los curculiónidos (gorgojos). Su gran tamaño, entre dos y cinco centímetros, y color rojizo ferruginoso lo hacen inconfundible. La larva perfora galerías de más de un metro de longitud en los troncos. Sus plantas hospedantes son el cocotero (Cocos nucifera) y otras palmeras, en especial las del género Phoenix y la palmera de Guinea (Elaeis guineensis). Cuando se ven afectadas por la plaga, sufren amarilleamiento y marchitamiento, pudiendo llegar a producirse la muerte del pie afectado. El control de esta plaga es complicado y por el momento, a falta de método seguro, acaba con la eliminación de los pies afectados y los que se sospecha pudieran estarlo.
La plaga ha llegado por el trasiego de palmeras de jardinería
La invasión de la Península
La plaga apareció por vez primera en España en 1994, en el litoral granadino, en Almuñécar. Tanto aquella vez como las posteriores introducciones en diversos puntos de Andalucía oriental, Murcia y Levante, ha llegado a través de palmeras infectadas procedentes de Egipto u otros países del norte de África.
A principios de 2004 saltaron las alarmas en la Comunidad Valenciana al detectarse los primeros daños serios producidos por el picudo rojo. La Generalitat publicó inmediatamente una orden de declaración oficial de la plaga, y la Consellería de Agricultura, Pesca y Alimentación tomó medidas inmediatas. Se trató de controlar y erradicar la plaga, se ordenaron inspecciones y cuarentenas, se destruyeron palmeras afectadas y se impusieron restricciones al comercio de plantas, intentando impedir la entrada de todo ejemplar de palmera que no hubiese sido inspeccionado. En el levante español ataca tanto a las palmeras datileras (Phoenix dactylifera) como a las ornamentales.
Los palmerales de Elche, Orihuela y Alicante, cuyos efectivos tienen un alto valor histórico, económico, social y cultural, tienen una zona de protección establecida por la Consellería de Agricultura en el Decreto de 11 de julio de 2003, que aprobó un plan de protección integral fitosanitaria. En Elche, municipio donde se está llevando a cabo una intensa lucha contra esta plaga, ya se han perdido un millar de palmeras por su causa (bien por afección directa o por la destrucción preventiva de los pies infectados).
El palmeral de Elche, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, constituido por un conjunto de huertas de palmeras datileras distribuidas por el casco histórico de la ciudad, que suma un total de cuatro millones de metros cuadrados de superficie y cuenta con casi medio millón de unidades, es el más afectado por el picudo rojo. Los expertos están comprobando, a medida que avanzan las investigaciones sobre el particular, que la plaga está mucho más extendida y es mucho más grave de lo que se creía.
Como ejemplo reciente hay que decir que, tras localizarse un primer foco en la pedanía de Valverde, se sumó otro a diez kilómetros, en la partida de Daimés, en la finca de un productor local de palmeras. Se comprobó que había muchos ejemplares afectados y se van a tener que destruir alrededor de unas 3.500 palmeras. La inmovilización de los ejemplares de los viveros se extiende a casi todos los del término municipal de Elche, unos 150 en total, por lo que se calcula que se inmoviliza medio millón de palmeras (que no pueden salir de los viveros en un periodo de tiempo largo, hasta que se complete la inspección y la cuarentena). Además, en los últimos meses se han localizado focos nuevos en otras partes de Alicante, Valencia y Castellón.
El palmeral murciano también está alerta. El insecto fue detectado por primera vez en 1995 y desde entonces van apareciendo regularmente en la prensa local noticias sobre sus daños. Andalucía es otra comunidad autónoma donde se combate desde hace varios años la plaga y existe infección en palmeras de Granada y Almería.
Entrada en Canarias
Tampoco las islas afortunadas se han librado de tan desagradable huésped, que para colmo aquí afecta a la palmera canaria (Phoenix canariensis), una joya del archipiélago que podría verse en peligro si la plaga sigue avanzando. Se desconoce cuándo se introdujo por vez primera, pero ya se ha instalado en las islas de Fuerteventura y Gran Canaria. Si llegase a introducirse en La Gomera podría causar un verdadero desastre debido a la gran cantidad de palmeras que existen en esta isla.
Los agricultores canarios están muy preocupados con esta cuestión. Ayuntamientos como Santa Lucía de Tirajana, la localidad gran canaria con más ejemplares de palmeras, están verdaderamente alarmados por la previsible debacle que se avecina y han emitido quejas contra el Cabildo y el Ejecutivo regional. El Ayuntamiento de Telde, municipio con unos diez mil ejemplares de palmera, exigió que el Gobierno central cumpla la legislación vigente de forma estricta para evitar que se propaguen este tipo de plagas. La Asociación de Agricultores y Ganaderos de la provincia tinerfeña (ASAGA) ha denunciado la entrada en Tenerife de palmeras procedentes de la Península que podrían ser portadoras de la plaga al sospechar de la orden dictada en el pasado mes de enero, elaborada rápidamente por el Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, para la prohibición de la entrada de palmeras en las islas.
Ese mismo mes se rechazaron dos contenedores de palmeras procedentes de África; los compradores originales no quisieron arriesgarse con el envío, que constaba de unos cuarenta y cinco ejemplares. Lo curioso del caso, según denunciaron la Asociación para la protección de la palmera canaria Tajalagüe y Ben Magec-Ecologistas en Acción, de Fuerteventura, es que los vendedores pretendían introducirlos en Fuerteventura, trasladados desde el Puerto de la Luz, aprovechando las lagunas de la legislación. La mentada asociación majorera recordó que ya hay ciento cincuenta pies afectados en la isla.
Avisos ignorados
Lo peor de todo es que, como viene siendo habitual en este tipo de hechos, existieron avisos previos que fueron ignorados por los responsables de la administración. En 1993, el diario Las Provincias publicó un artículo -divulgado asimismo por la Universidad de Alicante- en el cual el ingeniero agrónomo de la Universidad de Valencia Michel Ferry alertaba sobre la posibilidad de la introducción desde Asia en el área mediterránea de la plaga a causa de la importación masiva de palmeras sin controles fitosanitarios. Ferry escribió textualmente: “las autoridades deben saber que juegan con fuego, que no existen técnicas para eliminarlos y que es imposible detectarlos a tiempo, siendo lo mejor parar la importación en su momento, pero hay intereses comerciales...”.
El Colectivo Ecologista Turcón-Ecologistas en Acción, de Gran Canaria, publicó en 1998 en su página web un artículo que llamaba la atención al Gobierno canario de la entrada de esta plaga en las islas Canarias debido a la importación de palmáceas desde Elche y Valencia, donde tenían certeza de que la plaga existía y estaba asentada.
Como viene siendo habitual, se hicieron oídos sordos a todas esas advertencias. Tras los hechos expuestos, es lícito preguntarse: ¿Cuál es la situación real de esta plaga en España? ¿Cómo y porqué se ha llegado a esta situación? ¿Ante este tipo de problemas se toman las medidas adecuadas? ¿Qué pasará ahora?: de momento miles y miles de palmeras que han desaparecido.
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