El Poder de los Arboles Ancianos (II parte).-
Mientras un árbol viejo está vivo, en parte es valioso para la vida silvestre sólo por tratarse de un recurso renovable. Aun así, los árboles muertos que presentan características de árbol viejo, continúan siendo valiosos para la vida salvaje porque se descomponen lentamente. Estos árboles son a menudo infravalorados, pero se deberían tratar con el mismo respeto que a los árboles que aún están vivos.
Los árboles adultos, nuestros árboles ancianos, son un legado del pasado y tienen una importancia biológica extraordinaria que nos obliga a su cuidado y mantenimiento. Capaces de formar auténticos nichos ecológicos, estos son capaces de albergar una gran cantidad de vida a su alrededor, incluso después de haber perdido la vida. De esto escribíamos en una entrada anterior, pero hoy vamos a profundizar en este maravilloso aspecto de la vida de los árboles.
Un árbol viejo puede definirse como: “Un árbol que debido a su edad, tamaño o condición, representa un interés biológico, cultural, o estético. Otro enfoque considera la etapa senescente como la última etapa de desarrollo en el árbol, cuando en un corte transversal, la superficie total que ocupan los anillos de crecimiento consecutivos comienza a disminuir progresivamente. Tomados individualmente, cada anillo de crecimiento anual puede mantener una determinada cantidad de hoja, y como decrecen paulatinamente, finalmente se produce una muerte progresiva de la copa del árbol. Por este motivo, raramente los árboles viejos son altos y con grandes copas.
¿Cómo identificamos un árbol viejo o maduro?
Estos árboles suelen presentar un perímetro de gran tamaño, aparecen grandes cavidades, ya presentes o bien formándose en el tronco, también es probable la presencia de lugares donde naturalmente se acumula agua. En las cavidades que hemos descrito suelen aparecer pudriciones, el fuste (tronco) presenta normalmente lesiones físicas, podemos observar pérdida de corteza y gran cantidad de madera muerta en la copa. También son aparentes las exudaciones de savia, grandes grietas protegidas de la lluvia, en la corteza, bajo las ramas, también nos llamará la atención la presencia de hongos (por ejemplo especies descomponedoras de duramen). Es probable que veamos especies silvestres que dependen entre ellas, plantas epifitas.... Pero lo que más nos dará un dictamen de su estado será ese “Aspecto viejo” y un gran atractivo estético.
En Gran Bretaña, los árboles viejos generalmente han sido respetados y venerados. Algunos árboles viejos y algunas especies se consideran sagradas, esto ayuda a su supervivencia (por ejemplo los tejos en los cementerios).
Todos los árboles viejos son de interés histórico, cada uno es un superviviente del pasado, una reliquia de un paisaje antiguo. Además de ser importantes como hábitat natural, son una parte valiosa del patrimonio cultural. Cada uno de ellos es un documento vivo que nos remite a las prácticas culturales y a los modos de vida. La distribución de los árboles en el paisaje nos da a entender cuales fueron los antiguos patrones de utilización de la tierra.
¿Cuáles son las razones por las que se deben gestionar los árboles viejos?
Salvaguardar un recurso genético, asegurar la continuidad del hábitat para la vida salvaje, mantener ejemplares vivos el mayor tiempo posible, facilitando que una nueva
generación reemplace a los viejos, perpetuar la madurez y la continuidad del paisaje y valores estéticos, aumentar el valor paisajístico y por supuesto cumplir con las responsabilidades en materia de seguridad.
Trabajos de poda en árboles viejos.
Una vez se ha decidido podar un árbol viejo, es necesario examinar en detalle cómo y cuándo hacerlo. Hace pocos años, la posibilidad de que un árbol viejo sobreviviera una poda se consideraba insignificante. Desde entonces, multitud de árboles viejos se han podado en distintas situaciones y los resultados han sido heterogéneos. Sin lugar a dudas, algunos trabajos han sido exitosos, por eso es posible dar algunas orientaciones sobre lo que probablemente funcione, pero no hay recetas que garanticen que va a funcionar.
Depende de muchas variables, por ejemplo especie, edad, tipo de suelo, localización y aspecto, manejos previos, habilidad del operario, condiciones ambientales, y la incidencia que el estrés inducido pueda tener en el árbol. Si se piensa trabajar en un grupo de árboles, probar primero las técnicas en un pequeño número para asegurar que funciona. Esto también es lo mejor para la conservación del lugar, nunca intervenir en todos los recursos y tampoco en el mismo momento. La suma de muchos árboles individuales hace que los lugares con muchos árboles viejos sean más valiosos en términos de conservación. Los individuos no son prescindibles porque haya muchos.
Los árboles no existen aislados del entorno. El medio físico que les rodea puede ser crucial para su bienestar; y también forman parte del paisaje, que puede ser tan importante o más que ellos mismos. La sección previa trataba sobre el manejo de los árboles viejos en sí. Aunque en muchas ocasiones, no son los árboles los que precisan las actuaciones, sino la parcela donde se encuentran. Las condiciones del suelo afecta a las raíces y al crecimiento. Lo que crece alrededor del árbol puede competir por el agua, la luz y los nutrientes; o incluso, podría prenderse fuego. Las influencias externas pueden afectar a la salud de los árboles y a los organismos presentes.
Los árboles viejos son parte del paisaje, bien sea en un diseño formal o como consecuencia de la evolución natural. La función del árbol dentro del paisaje es importante, por las implicaciones en la gestión del terreno donde se ubican los árboles y por la gestión de los árboles propiamente dichos. Un ejemplo, la madera muerta que se encuentra en los árboles vivos es especialmente valiosa para los organismos saproxílicos.
La aberración de los ¿nuevos paisajistas?:
Al considerar la futura gestión en jardines y parques históricos, el principio de partida debe ser conservar, y donde sea necesario, reparar el entramado histórico superviviente. Algo que todavía no se suele hacer, se prefiere talar aquellos árboles que ya existen. Los árboles viejos son parte de ese tejido histórico, tanto como las demás estructuras del parque: desde el edificio principal o el refugio de caza, hasta el muro o la empalizada. Deben valorarse de igual manera como elementos individuales y por su contribución general al paisaje en el parque. En general, debería existir una importante presunción a favor de mantenerlos y de asegurar su supervivencia a futuro.
Oportunidades educativas
Los árboles viejos son una oportunidad ideal para que las personas aprendan sobre medio ambiente y tradiciones locales. Recoger semillas y hacerlas crecer es un buen punto de partida, y permite que las comunidades locales “conecten” con sus árboles viejos más cercanos; ese es el principal objetivo de la campaña Trees of time and place.
Las actividades promovidas por organizaciones como Common Ground o el Proyecto Life, grandes árboles para la vida, también ayudan a focalizar y a facilitar una estructura de apoyo a este tipo de trabajos, y también para poder divulgar la información. Concienciar a los niños sobre la importancia de los árboles, especialmente los viejos es una buena inversión a futuro, pero no deben olvidarse a los adultos. Utilizar voluntarios que protejan a los árboles del distrito involucra a las personas y sirve para informar sobre la importancia de los árboles viejos y para incentivar un registro de los árboles, contribuyendo de este modo al conocimiento acerca de los árboles.
Agradecemos el excelente trabajo realizado en el libro del que he obtenido esta información que os acerco, Carmen Sicilia García, Cristina Laje Moi y nuestro compañero Gerard Passola Parcerisa.
. … aquellos viejos hombres grises de Moccas, aquellos grises, retorcidos, bajitos y morenos, patizambos,encorvados, doblados, enormes, extraños, de brazos largos, cheposos, hombres roble deformes que permanecen a la espera y observan durante siglos y siglos, que esperan el momento de Dios con ambos piesen la tumba, y aun así, sobreviven agotando a una generación tras otra. (Reverendo Francis Kilvert 1876).
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